Actualizando a Gutsy Gibbon (mi experiencia)

Ya se hacía larga la espera. Todos los ubunteros llevábamos semanas esperando el día clave para actualizar nuestros sistemas a la nueva versión de Ubuntu (7.10) que se las prometía muy buenas y felices. Y aunque resulte obvio, yo no fuí menos que los demás y me faltó tiempo para descargarme el ISO tan pronto estuvo colgado (de las fuentes oficiales de Ubuntu).

Tras un tiempecillo de espera, con una tasa de descarga algo lentilla, supongo que porque todos estábamos en las mismas, quemando los servidores y deseando probar esta nueva versión definitiva, «pasé a la acción». En realidad tenía en mente actualizar un portátil Dell con Ubuntu 7.04, que a su vez fue actualizado en su momento desde su antecesora 6.10… Y eso hice. Aunque no con muy buen recuerdo, ya que fue terminar la instalación y darme cuenta que iba a tener que hacer un buen formateo y empezar de nuevo. La actualización, que era a partir de una versión 7.04 funcionando a las mil maravillas, terminó con un sistema inestable y lleno de errores; no uno, sino una plaga. Solución: instalación desde cero.

Ni que decir que todas estas cosas se hacen SIEMPRE salvaguardando los datos y haciendo uso de eso que llaman «copias de seguridad». Más que nada porque en mi caso, de no tener un sistema que me asegure mis datos, con backups y particiones de datos separadas, habría supuesto un desastre similar a la caída de una docena de meteoritos sobre Madrid (que es donde vivo).

No es el caso, con los datos SIEMPRE bien a salvo, separados del sistema, paso a arrancar el portátil con una Live-CD de mi todavía calentito Ubuntu 7.10.

Aprovecho para comentar que la Live-CD de Ubuntu es una auténtica pasada. Tanto es así que me funcionaban hasta los efectos de Compiz en un sistema que recordemos, bajo una Live-CD, estamos «trabajando sobre humo», no sobre una instalación completa.

El caso es que después de cargar mi Live-CD la instalación es tan sencilla como hacer un doble click sobre el icono que aparece en nuestro escritorio y configurar «cuatro tonterías» de lo más sencillo, del estilo de elegir la partición para la instalación, franja horaria, etc., etc…. Todo muy sencillo. De hecho me atrevo a retar a cualquier defensor de Windows, a que pruebe la instalación de Ubuntu 7.10 y después diga aquí si realmente es tan difícil instalar Linux.

Podría extenderme en el procedimiento de instalación, pero creo que está de más, porque carece de temas técnicamente complejos o que requieran algún conocimiento más allá de la simplicidad que supone. Pero sí que me gustaría hablar sobre «el después»:

Y en este punto resumo todo el post-proceso de instalación en una pregunta que creo que es definitiva: ¿merece la pena actualizarse a Ubuntu 7.10? (y me estoy refiriendo a usuarios de versiones anteriores de Ubuntu, ya que aquellos usuarios que vengan de otras distribuciones, o de otros sistemas, es tema aparte, y muy discutible, por supuesto). Pero ¿y en el caso de los propios usuarios de Ubuntu, merece la pena? En mi modesta opinión, si el sistema es suficiente para aguantar los requerimientos de versiones anteriores (7.04, 6.10, …), creo que . Es decir, siempre y cuando vuestro sistema/PC aguante los requerimientos de esta nueva versión de Ubuntu, merece la pena porque existen muchas actualizaciones realmente recomendables, amén de la mejora gráfica con Compiz Fusion, la gestión de múltiples pantallas e incluso el propio xorg.conf con un simple menú.

Por otra parte, no todo son flores, y para ser realistas al 100%, que es de lo que se trata, esta nueva versión no me arregla algunos problemas con el hardware que sigo «arrastrando» de versiones anteriores, y que no se ven solventados por esta nueva versión; y me estoy refiriendo principalmente a la gestión de energía: las funciones «suspender» o «hibernar» para mi están vetadas, no porque no pueda ejecutarlas, sino porque después de una suspensión del sistema puedo no conseguir restaurarlo a su estado original (pantalla negra, periféricos no funcionan…), o en el caso de la hibernación, a veces me ha ocurrido que al restaurar la sesión las ventanas ¡habían desaparecido! Como digo, para mi esto es una falla que no he conseguido aún solventar, y que espero que en futuras versiones no me ocurra, ya que tanto una opción como otra son muy interesantes, máxime cuando hablamos de un ordenador portátil.

Resumen: actualizaros si podéis, porque siempre será para mejor; en mi caso, lo ha sido.